EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Fray Conrado, el Pobre entre los pobres

A lo largo de nuestra vida, Dios pone providencialmente ante nosotros a personas "tocadas" por Él, espejos donde podemos verle a Él, conocer su naturaleza. En mi caso, una de ellas ha sido el capuchino fray Conrado Estruch. Lo conocí el otoño de 2009, cuando grababa un reportaje sobre la vida espiritual de los religiosos. Me recibió en su "casa", la portería del convento de los capuchinos de Valencia, una pequeña habitación donde pasó 50 años construyendo belenes con material de desecho para recaudar fondos para "sus" pobres, para las 200 familias a las que atendía junto con sus colaboradores, los "Amigos de San Antonio". Hace poco más de una semana, el día de la festividad de Santo Tomás de Villanueva ("el obispo de los pobres"), fray Conrado pasó al Padre. Un santo pobre vino a recoger a otro.

Desde el momento en que lo conocí fray Conrado pasó a formar parte de mi vida. "Javier, ya no estás huérfano". Su abrazo robusto, casi rudo, envolvente, me lo demostró. Dios es así. Te "toca" a través de uno de sus hijos y te dice que te quiere. Que eres Su hijo y, por tanto, ya no estás solo. Esta paternidad de Dios tan "física" es la huella que fray Conrado grabó en lo más profundo del corazón. Siempre que mi mujer y yo íbamos a verlo, nos lo repetía: "ya no estais huérfanos". Palabras de un hombre de Dios. "Las personas que yo conozco, donde estoy yo estan ellas en mi, en la oración, estan en mí, no estan huérfanas, pido por ellas, no estan huérfanas, estan conmigo...el cuerpo místico de Cristo" 

A los 23 años Conrado Estruch sintió la necesidad repentina de hablar con Dios. Según me explicó, "un sábado, en Ador, cuando me iba a los bares con mis amigos, sentí que no debía ir con ellos. Y me fui solo. Y recé como nunca lo he vuelto a hacer..." Tiempo después dejaba la casa familiar, de noche, y caminó hasta el convento capuchino de L'Olleria, donde ingresó después de llamar a la puerta. Tal y como me lo contó, pude entender que había tenido una experiencia personal de Cristo que creció con su vocación. "Yo salgo a la calle y digo: Señor, todos son Cristos. A izquierda, a derecha, por todos los sitios estás tú, Señor. Porque nosotros no tenemos que ver pecado. Tenemos que ver lo bueno de Dios, lo positivo. No quiero ver pecado. Quiero ver lo bueno de Dios en las personas"

Cuando lo conocí, después de 60 años como capuchino, su vocación estaba más viva que nunca. Tan viva como la Providencia de la que era testigo: "trabajar con los pobres pero con medios pobres. Yo no pido nada. Todo me viene de la Providencia del Señor. Yo soy un pobre y doy al pobre. Sin tener nada soy un pobre y doy al pobre. ¡Si la pobreza es un tesoro! Es una riqueza, cuando se vive..."

Su ingente trabajo con familias pobres durante tantos años no le hizo dudar de dónde venia aquella riqueza, aquel espíritu: del mismo que lo sedujo de joven "Todo es de Él. Yo no hago nada. Es el Señor en mí. Él lo hace todo. Es que lo vivo, lo siento, lo veo pegado a mí. Es Él. Un tonto sería yo si me creyera algo...¿De qué vas, Conrado?  ¿Tú, de qué? No eres tú. Es Él en mí". 

Me siento bendecido por haber conocido en fray Conrado otra presencia más de Cristo aquí en Valencia, donde vivo. Un pobre con los pobres. El Pobre de Nazaret, vivo, en medio de nosotros. "Que soy feliz, y cada día más feliz. Y si volviera a nacer, lo mismo que soy, sería. Cada vez soy más feliz" Lo sé, Conrado. Para siempre.