EL CIELO NOS HABLA EN MEDJUGORJE
"Yo he venido a llamar al mundo a la conversión por última vez" ( 2/05/1982)
"Queridos hijos: orad conmigo para que todos vosotros tengáis una vida nueva. En vuestros corazones, hijos míos, sabéis lo que hay que cambiar: regresad a Dios y a sus mandamientos para que el Espíritu Santo pueda cambiar vuestras vidas y la faz de esta tierra, que necesita de una renovación en el Espíritu" Mensaje del 25 de mayo de 2020.

Jesús dentro de nosotros

  
      "Después de Pentecostés, Jesucristo es interior al hombre y atrae al hombre hacia su propio interior. El hombre participa de Cristo, el cual es, a su vez, la Vida de su vida. Todo esto surge en el Espíritu Santo. ¿Pero es que alguien puede estar presente en otra persona?

       Puedo amar tan entrañablemente a una persona que la atención de mi corazón esté siempre pendiente de ella. Pero debo decir que lo que hay en mí no es esta persona misma, sino su imagen y su influencia. Existe el deseo de participar en el otro, pero aún la unión más intima se detiene ante una barrera: la que hace que el otro sea él y no yo. No hay ningún "nosotros" humano que suprima las barreras del "yo". El hecho de que cada uno sea este ser preciso, con naturaleza y destino propios, le distingue y le separa de todos los demás. Eso no ocurre en el caso de Jesucristo. 

      Después de la Ascensión del Señor, el Espíritu santo ha producido en el hombre una hendidura, un espacio interior, en el cual ha podido penetrar el Señor transformado. Y ahora Él está en nosotros y nosotros en Él- en el Espíritu Santo. Por la gracia, en Cristo nosotros participamos en su relación de amor con el padre. Por Él estamos frente al Padre como ellos que son conocidos y conocedores" ROMANO GUARDINI El Señor. Ediciones Cristiandad

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Defendamos la santidad. Que nada empañe la belleza de Todos los Santos

    "Yo no celebro la muerte, celebro la vida, renuevo mi gratitud y mis vínculos con mis antepasados y los de mi pueblo, les pido un año más su compañía y lo hago sin morbo alguno, sin magia, sin ocultismo... Yo no celebro la muerte, celebro esta vida que vivo y la promesa de su continuidad en una Vida eterna para todo el que la quiera aceptar, sin distinciones. Yo celebro la santidad de todas las personas a quienes conozco y también la de nuestros antepasados; celebro un cielo en el que está preparada la mesa de la alegría y celebro que en ella tengo un sitio prometido, un buen sitio, aunque sé –de momento- que no es de los primeros sitios en esa mesa, porque antes que yo han ganado ese gozo con creces los que han padecido el hambre y la sed, los perseguidos por causa de la justicia, los maltratados, aquellos a quienes la enfermedad ha machacado lentamente, los que todos hemos olvidado aquí y que allí han sido recibidos como santos" FERNANDO VILAR MORENO
                
                      LA SANTIDAD ES JESÚS VIVIENDO Y ACTUANDO EN NOSOTROS


    “El primer paso para ser santo es desearlo. Jesús quiere que seamos tan santos como Su Padre. La santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría. Las palabras "Deseo ser santo" significan: quiero despojarme de todo lo que no sea de Dios; quiero despojarme y vaciar mi corazón de cosas materiales. Quiero renunciar a mi voluntad, a mis inclinaciones, a mis caprichos, a mi inconstancia, y ser un esclavo generoso de la voluntad de Dios. 

      Con una total voluntad amaré a Dios, optaré por Él, corerré hacia Él, llegaré a Él y Lo poseeré. Pero todo depende de las palabras "Quiero" o "No quiero". He puesto toda mi energía en la palabra "Quiero". Para ser santos necesitamos humildad y oración".

       "Nuestras obras de caridad no son otra cosa que el rebosar de nuestro amor por Dios que surge de nuestro interior. Por lo tanto, aquel que está más unido a Él ama más a su prójimo”. “Nuestra actividad es verdaderamente apostólica sólo en la medida en que permitimos que él actué en y por medio de nosotros –con su poder, con su deseo, con su amor. Debemos ser santos, no porque queremos sentirnos santos, sino porque Cristo debe ser capaz de vivir su vida plenamente en nosotros”. 

     “Consumámonos con él y por él. Déjale ver con tus ojos, hablar con tu lengua, trabajar con tus manos, caminar con tus pies, pensar con tu cabeza y amar con tu corazón. ¿No es esto la unión perfecta, una continua oración amorosa? Dios es nuestro padre amoroso. Permite que tu luz de amor brille tanto ante los hombres que al ver tus buenas obras (lavar, barrer, cocinar, amar a tu marido ya tus hijos) puedan glorificar al Padre”. “Sé santo. La santidad es el camino más fácil para saciar la sed de Jesús, la suya por ti y la tuya por él”. MADRE TERESA DE CALCUTA



       
                                

                                  NO TENGAMOS MIEDO DE TENDER HACIA LO ALTO

  "Queridos amigos, ¡qué grande y bella, y también sencilla, es la vocación cristiana vista a esta luz! Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana. Una vez más san Pablo lo expresa con gran intensidad cuando escribe: «A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo ... Y él ha constituido a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4, 7.11-13). Quiero invitaros a todos a abriros a la acción del Espíritu Santo, que transforma nuestra vida, para ser también nosotros como teselas del gran mosaico de santidad que Dios va creando en la historia, a fin de que el rostro de Cristo brille en la plenitud de su esplendor. No tengamos miedo de tender hacia lo alto, hacia las alturas de Dios; no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado; dejémonos guiar en todas las acciones cotidianas por su Palabra, aunque nos sintamos pobres, inadecuados, pecadores: será él quien nos transforme según su amor" BENEDICTO XVI. Audiencia general del 13 de Abril de 2011









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No apartes la mirada del cielo

El árbol de la vida. Terrence Malick
Tenia pendiente hacer este post hace tiempo. La idea me surgió durante una eucaristia en la explanada de Medjugorje, en el 23 Mladifest, en agosto de 2012. Mientras se recitaba uno de los salmos, sentado sobre una silla plegable, sentí la necesidad de alzar la mirada hacia el tejado de la Iglesia de Santiago Apóstol. La visión desde allí es muy bella, especialmente si se observan las dos torres-campanario del templo. Y a veces, por la tarde, una pareja de palomas se posa sobre la cima de la carpa del altar exterior del templo, como si observaran a la multitud congregada abajo.  

  Pensé: la verdad es que es bella la vista de este altar, en esta celebración tan especial. Pero al ser una vista desde abajo, el cielo cobró una dimensión especial, impresionante para mí. La sensación que me transmitía era la siguiente: el altar es bello, la liturgia es bella, pero este cielo me sobrepasa, me inunda su infinitud, incluso más que la propia liturgia. Y esta sensación se convirtió en una especie de oración a la inversa, en la que Dios me revelaba Su poder y Su amor infinitos. Pensé entonces: qué distintas serian todas las cosas todos los días si viviera con la atención y la mirada puesta en el cielo. No sólo en la literalidad de esta idea, sino en oración continua. Y es que la persona, cuando mira al cielo, visita de alguna manera a Dios, habla con Él, encuentra su verdadero sitio en este mundo, accede a su verdadera realidad, la más real, la que más le centra en su existencia terrena, porque le abre a su dimensión espiritual, la otra dimensión que tenia abandonada y que es su verdadera esencia. 

 Pasado un tiempo, leyendo un libro de sor Emmanuel Maillard, evoqué estas sensaciones. El libro está dedicado a Marián de Belén, la pequeña árabe, una jóven humilde de Galilea que vivió en la segunda mitad del siglo XIX, se consagró como religiosa carmelita y vivió una vida de santidad. Fue beatificada por Juan Pablo II en 1983. Pues bien, en el libro sobre la vida de esta humilde mujer hay un pasaje que relata la inspiración que Mariam recibió del mismo Jesucristo para indicarle cómo debia contruirse el convento del Carmelo de Belén. Me llamó especialmente la atención el diseño de la capilla. Así lo relata sor Emmanuel, después de haberla visto in situ:

"La capilla de las hermanas me impactó también bastante. Por ejemplo, la parte baja de las ventanas está por encima de las cabezas cuando uno está de pie. Ahí también vemos claramente el mensaje de Jesús: ¡una carmelita en su oración, solo tiene que considerar el cielo! No se distinguen ni los árboles ni las casas, ni siquiera las colinas de alrededor, solo se ve el cielo. Una carmelita en su oración solo se tiene que ocupar de las cosas del cielo, y tiene, a través de su vida y su oración, que guiar al mundo entero hacia el cielo. ¡Ahí está! Todo el Carmelo está concebido así, y encontramos en él una rica fuente de enseñanzas."

La clausura en el Corazón de Jesús. Hermano Rafael


    "Tú, Señor, sólo estás en el corazón desprendido de todo. Tú, buen Jesús, divino amado mío, tienes tus delicias...¡Ah!, Señor, qué voy a decir, en el corazón del hombre...Yo te brindo el mío. 

     Déjame hacer en el tuyo mi celda. Déjame hacer junto a él mi lecho. Déjame vivir solo y desnudo de todo junto a tu Corazón Divino, y ríame de los hábitos, de las coronas, y...de las barbas de todos los conversos del mundo. Seré siempre el mismo para Ti, ¿verdad, Jesús?" HERMANO RAFAEL Dios y mi alma. 1095  (1938)

El hombre se rinde ante la inmensidad del amor de Dios


    El hombre se rompe y se abre a Dios cuando descubre que Él quiere darle un amor enormemente más grande de lo que esperaba. El amor de Dios, literalmente, le desborda, le supera, le conmueve, le rompe por dentro y rompe todos sus cerrojos: le abre a la eternidad.

      Al hombre tocado por el amor de Dios se le abre el entendimiento a una nueva dimensión: sale al encuentro de la eternidad. Rompe los cerrojos de un existir ilusorio cotidiano secuestrado por los pensamientos y lo devuelve a la realidad: sale a la eternidad. El mundo que le rodea es el mismo, pero ahora está bañado de una nueva luz, un nuevo barniz: la eternidad. El otro es eternidad. La luz, los árboles, son eternidad. Dios está aquí. Nos rodea. Siempre estuvo aquí. Nunca se fue. Nunca nos abandonó. Y su amor hacia nosotros nos desborda. Nos rebosa un amor inabarcable, inimaginable, que sigue y sigue inundándonos. Es el amor eterno de Dios. Es el amor infinito a un ser pequeño, que le inunda y le desborda completamente. El hombre se deshace: nunca imaginó un amor tan grande. No creía que Dios pudiera amar tanto a su criatura, a su hijo. Que fuera merecedor de un amor tan descomunal. Pero sí, él descubre que el amor de Dios es así: una fuente de amor descomunal sobre un vaso pequeño y sucio

Adoro los viernes

  Adoro los viernes. Es el día de la semana más esperado: es el día en el que participo en la Adoración al Santísimo.

   Es la esperanza al final de la semana laboral, el día en el que la fuerzas flaquean después de las tribulaciones y tensiones acumuladas durante la semana. Es el día en el que puedo reposar en los brazos del Señor, frente a Él, depositando en Sus manos mis tensiones, mis temores, mi cansancio, mis pecados. Y mis esperanzas.

Y no lo hago sólo: lo hago en grupo, como tantas cosas celebramos en la Iglesia. Adoro en el Grupo de Oración Reina de la Paz, de Medjugorje, en la parroquia de San Miguel y San Sebastián de Valencia. Allí he encontrado las noches de los viernes el remanso de paz donde repongo fuerzas de cara al fin de semana. Previamente a la Adoración, rezamos juntos el Rosario, uno de los grandes regalos que me ha dado la Virgen en su escuela de Medjugorje.

Así, con el Rosario y la Adoración, el Señor disipa mis tensiones, serena mi alma y la prepara para el gran banquete eucarístico en el que me espera el sábado por la noche junto con mis hermanos de Comunidad.

     En resumen: adoro los viernes por muchas razones. Éstas son algunas de ellas:

Adoro los viernes porque el Señor me llama. Quiere estar conmigo.

Adoro los viernes porque Jesús vivo y resucitado se encontró conmigo personalmente cuando peregriné a Medjugorje para el 21 Festival de Jóvenes (Mladifest). Fue durante la Adoración Eucarística en la noche del 2 de Agosto de 2010. Y desde entonces vivo del amor eucarístico muchos días, en especial los viernes.

Adoro los viernes porque ese día experimento especialmente que sólo en Cristo encuentro el descanso que necesita mi alma. Y en él encuentro el perdón por mis infidelidades a Él.

Adoro los viernes porque Él me mira y yo le miro. Él me habla y yo le hablo. Él me escucha y yo le escucho, muchas veces en el silencio. Es allí, en lo profundo de este silencio, donde Él es mas elocuente.

Adoro los viernes porque adoro a Jesús en compañía de mi mujer y ella y yo nos hacemos uno en Cristo. Él nos ama y nosotros le amamos.

Adoro los viernes porque a veces mi hijo pequeño se viene con nosotros a la Adoración. Y lo hace porque la Iglesia le regaló desde los 5 años participar en el Oratorio del padre Gonzalo y desde entonces reconoce con naturalidad las presencias de Jesús, especialmente en la Eucaristía. En él veo a Jesús con toda su ternura, a mi lado, en el banco del templo.

Adoro los viernes porque vivo el amor eucarístico en un grupo de oración, en comunión con la Iglesia, como todo lo que celebra la Iglesia.

Adoro los viernes porque ya está cerca la comunión y el banquete eucarístico del sábado. Además, después de la Adoración, el sacerdote nos da la eucaristia.

Adoro los viernes porque Jesús me recuerda ése día que el resto de la semana también me espera en la soledad de una capilla, en el sagrario.

Adoro los viernes porque ése día Él quiere adorarme. Como a un hijo único.

Adoro los viernes por agradecimiento al amor de Dios.

Y por éstas y otras muchas razones, adoro los viernes.


Nota relacionada en el blog: Adoración Eucarística

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